La mirada y la interpretación de Oscar Andrés De Masi, arqueógrafo

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Bustos sanmartinianos

                                                                                                           
                                                                                                          Colección OADM


Si bien la práctica de la representación sanmartiniana a través de bustos de bronce existía antes de 1950, (por ejemplo, en 1910, la Casa Bellas Artes de Pedro Aristeguieta promocionaba bustos de San Martín y de otros próceres realizados por el escultor Torcuato Tasso) fue, sin embargo, aquel Año del Libertador el punto de partida para la proliferación de estas efigies, en moldes más o menos repetitivos, no siempre de buena calidad artística.

En líneas generales se adoptó el retrato “canonizado” por la litografía de Madou o por el retrato de Bruselas de 1827, y, en menor medida, el San Martín ya anciano del daguerrotipo del año 1848. Es raro hallar el modelo que plasmó Gil de Castro en 1818.
Estas esculturas fabricadas, en serie, satisfacían la demanda de establecimientos públicos, plazas y, principalmente, de escuelas.

Todavía en 1953, la casa de bronces Abbiati, de la Capital, ofrecía desde las figuras de una revista pedagógica La Obra , un “busto del Gral. San Martín, en bronce fundido, tamaño natural. En base del “de la bandera”, inspirado en  el óleo pintado por su hija Mercedes, Bruselas (1827)…”.

El original de esta pieza había sido adquirido por el Instituto Nacional sanmartiniano para ser remitido a una base antártica. Precisamente, el Instituto Nacional Sanmartiniano cumplía un rol de contralor iconográfico de estos bustos, placas, medallones, lámparas votivas, etcétera, tanto del Libertador como de Remedios de Escalada.
En general se apelaba a la “colaboración patriótica” de los “señores maestros”, para la adquisición escolar de estas piezas de homenaje sanmartiniano.